4.15.2018

Corazón de piedra

La lluvia de aquella noche me empapaba el rostro, ya de por si bañado por las lágrimas. Mis brazos estaban entumecidos por cargar con tan funesta y, a la vez, preciada carga. El pueblo a mis espaldas se distinguía en medio de la penumbra gracias a un puñado de faroles que bailaban sacudidos por la tormenta. Poco a poco me iba distanciando de él, rumbo al camino del acantilado que me llevaría a la cueva donde residía mi última esperanza. Hice acopio de fuerzas  y retomé mi lastimosa travesía.